Giulio y yo nos conocimos en la Toscana, en San Miniato, durante un fin de semana organizado por la Comunidad Papa Juan XXIII. En aquella ocasión ni siquiera habíamos intercambiado números de teléfono, pero la casualidad quiso que nos encontráramos meses después en otro acto comunitario, donde encontré a Giulio haciendo cola para la cantina. Comenzó una amistad entre Véneto, Piamonte y Emilia Romagna, y entre una llamada, un paseo y un encuentro comunitario, nos dimos cuenta de que éramos más que amigos. La propuesta de matrimonio llegó después de mil pruebas: la pandemia, las zonas rojas, las regiones cerradas. Estábamos en San Miniato, de vuelta como caminantes, y bajo la torre más alta, con el sol brillando, llegó la fatídica pregunta: "¿te convertirás en mi perla?"

Hemos elegido la Comunidad Papa Juan XXIII porque es nuestra comunidad, nos ha dado experiencias de vida en las que hemos aprendido a estar y a partir juntos ese pan cotidiano, a veces amargo. Lo hice en el Líbano, donde durante tres meses viví en un campo de refugiados junto con voluntarios de Operazione Colomba (el cuerpo de paz no violento de la Comunidad), conociendo a personas, historias y dramas de vidas desgarradas por la guerra. Como la de Fadila, una madre fuerte y decidida que quería la libertad para ella y sus hijos. Nunca olvidaré sus ojos llenos de esperanza en medio de aquella tierra roja y de las tiendas sucias. Giulio vivió dos años en el Refugio de Belén de Vicenza, un hogar para personas sin hogar. No siempre ha sido fácil, pero esas personas se han convertido en amigos fraternales para él, llevando sus historias de sufrimiento y soledad sobre sus hombros con dignidad para finalmente dar paso a un renacimiento.

Os pedimos que el regalo que queráis hacernos con motivo de nuestra boda sea un donativo para estos proyectos: las actividades en el campo de refugiados del Líbano y la Cabaña de Vicenza, que llevamos en el corazón, y la Cabaña de Rimini, como consecuencia natural de haber empezado a vivir en esta zona para construir nuestra familia y que, al igual que la de Vicenza, todas las noches se encuentra con personas que viven en la calle para darles ayuda y consuelo.

En cada uno de estos lugares nos hemos encontrado con personas heridas, en el cuerpo y en el alma, y nuestro deseo ha sido siempre el de no apartarnos de este sufrimiento, sino el de convivir con los pobres, solos o abandonados. Porque lo que les damos es cuidado y amor, pero lo que nos devuelven es algo aún mayor .

También gracias a su gesto, seguiremos compartiendo nuestra vida y alegría con ellos. Estas personas se han convertido en una parte integral de nuestra historia que nos ha llevado a nuestro "para siempre". Gracias a ti, nuestro "sí" será un amor concreto que les llegará.